martes, 9 de julio de 2013

Insomnio.

La Luna no brillaba, y la magia de toda noche de verano, se quedó donde se quedaron nuestros sueños, en el lugar más olvidadizo de tu memoria, en la eternidad.
Todo lo que anhelabamos se escapó en un suspiro. Un suspiro que se fundió con la noche, con la muerte, la soledad. ¿Y qué podíamos hacer nosotros si sólo queríamos ser libres?
No pude más que asomarme a la ventana y respirar. Respire tus sonrisas, y tus miradas, pero no pude tragar tu recuerdo ni aquellos momentos en los que sin miedo sólo pudimos, sólo quisimos gritar, exhalar, quizás demasiado alto.
El mundo entero nos escuchó. Quería que nos oyese. Que supiese que nuestras vidas estaban marcadas por el dolor, la felicidad, la desesperación quizá. Que dejábamos el alma en cada palabra, en cada rima.
Y cada noche nos rimabamos como locos, porque sin tus versos, yo perdía el sentido, la orientación y hasta las ganas de vivir. Ganas de vivir, que más tarde encontraba en tus ojeras, que qué casualidad, riman con tus caderas.
Y todo se volvía un baile. Una simple danza en el que nuestras mentes se fusionaban, en la que yo perdía el uso de los sentidos y en la que todo parecía nuevo. En la que lo más triste se volvía un extraño poema de estrofas mojadas.
Mojados, húmedos. Pero dábamos tantas vueltas que incluso nuestras estrofas acababan secándose, y no me extraña, porque nunca había sentido tanto calor como en tus sueños, en nuestras noches de verano.
Noches en las que las estrellas se precipitaban al vacio. Veranos en los que tu tristeza se instalaba en mis carnes. Malditas esas noches que acababan en monótonos días grises.
Grises, porque perdimos nuestro sueño de amor y libertad.
Estas espontáneas palabras las escribímos una noche de verano cualquiera el autor de .http://352noches.blogspot.com.es/2013/07/insomnio.html y yo.

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